EL CAMPO DE LA BOTA

Uno de los lugares más conocidos y donde surgen muchas carreras para el taxista de Barcelona es “el Forum”, conocido porque hay varios hoteles importantes, un centro comercial y como no “dos paradas oficiales de taxi”. El Edificio Fórum, ahora denominado Museu Blau, es un prisma cuya base es un triángulo equilátero de 180 metros de lado y 25 de altura. Fue diseñado por los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron. Se sitúa en el inicio de la avenida Diagonal de Barcelona y constituye el principal emblema del Fórum Universal de las Culturas celebrado en el año 2004.

Bajo este majestuoso e imponente edificio “Forum” de las culturas, se esconde un lugar, una historia que para unos no existe, otros han intentado borrar , y otros  siguen justificando lo que paso en este lugar llamado “El Campo de la Bota”. En el límite del municipio de Sant Adrià del Besós con el distrito de Sant Martí de Provençals existió el espacio suburbial llamado Camp de la Bota.

En este “Campo de la Bota” que muchos quieren que olvidemos, fue uno de los escenarios más importantes  de represión en Cataluña durante el franquismo.

Campo de la Bota, cuyo nombre provenía del tiempo de la ocupación napoleónica recordando al término “butte”, nombre francés para designar los terraplenes levantados para las prácticas de tiro. En 1858 se construyó en él el castillo “de las Cuatro Torres” por el capitán general de Catalunya, Juan Zapatero, apodado “el Tigre de Catalunya”cuando fue Gobernador militar, por su fama de hombre cruel, simplista y arbitrario en sus actuaciones represivas contra el pueblo. El edificio se convirtió en la Escuela de Práctica de artillería hasta el inicio de la Segunda República. El arenal del Camp de la Bota, con el parapeto o paredón de tres metros de alto por cuarenta de largo, fue utilizado como lugar de fusilamiento primeramente por las autoridades republicanas durante la guerra civil. Allí llegarían a ser ejecutados cuarenta y cuatro militares rebeldes en septiembre y octubre del 1936, y posteriormente se documentan que entre 1939 y 1952 fueron fusiladas por el régimen franquista allí 1717 personas, 1.706 hombres y 11 mujeres. Se trataba de personas que no tenían la evidencia de que su vida estaba en peligro y fueron víctimas de la delación y la venganza.

Entre estas 11 mujeres figuraba Nieves Bouza Gil, de 22 años, que vivía en el Poblenou, afiliada a la CNT . Detenida por la delación de un vecino, fue juzgada por procedimiento sumarísimo el 26 de abril de 1939 y ejecutada el 26 de Mayo. No se le conocía ningún delito de sangre, simplemente como miliciana de retaguardia en labores auxiliares (cocinando y lavando ropa) en el castillo “de las Cuatro Torres” hasta que el gobierno central de Largo Caballero decide acabar con la emblemática figura de “la miliciana”, figura que precisamente le costaría la vida a la joven Nieves Bouza. Su caso es citado y bien documentado en la “Memòria de la presó de dones de Les Corts”, cárcel donde estuvo encerrada hasta su ejecución.

Cinco anarquistas fueron los últimos ejecutados en el Camp de la Bóta, dos meses antes del Congreso Eucarístico. 

El final de los días de la muerte. Josep Maria Huertas.

Barcelona. Cinco anarquistas fueron los últimos fusilados en el Camp de la Bóta, después de 13 años de ejecuciones. Pere Adrover, Jordi Pons, Josep Pérez, Genís Urrea y Santiago Amir cayeron bajo las balas en la madrugada del viernes 14 de marzo de 1952, dos meses antes de que comenzasen los fastos del Congreso Eucarístico. Presionado por el ambiente que se vivía en la Toulouse de los años 50, feudo de los anarquistas españoles exiliados, el arzobispo de la ciudad, monseñor Soliège, amenazó con no trasladarse al encuentro religioso de Barcelona si persistían las ejecuciones.

El historiador Josep Maria Solé Sabaté contó con paciencia los fusilamientos en Cataluña tras la Guerra Civil, entre 1939 y 1952, y la suma le dio la escalofriante cifra de 3.385 víctimas, de las que 1.689 habían sido fusiladas en la apartada playa del Camp de la Bóta, que era al mismo tiempo un barrio de barracas. “Sus habitantes más veteranos me explicaban los recuerdos de aquellos días en que el lugar se utilizaba para tan macabros fines”, evoca Rosa Domènech, asistenta social en los años 60 de aquel desdichado suburbio.

La costumbre de fusilar en el Camp de la Bóta surgió en los primeros meses de la guerra. Jaume Miravitlles, comisario de Propaganda de la Generalitat, recomendó cambiar el lugar de los fusilamientos de los militares sublevados en julio de 1936, los fosos del castillo de Montjuïc, para evitar la morbosa asistencia de público. Alguien sugirió el Camp de la Bóta, donde existía un parapeto que había sido un campo de tiro para soldados. El 4 de septiembre de 1936, tres militares condenados a muerte fueron pasados por las armas en el lugar. La tanda de ejecuciones duró hasta el 18 de octubre de ese mismo año, y fueron 45 los oficiales ejecutados allí, ya que a partir de esa fecha se volvió a fusilar en Montjuïc.

El escritor E. J. Hughes, autor de un libro sobre la España de Franco, comenta que se volvió al lugar en 1939 al optar por “lugares retirados donde el ruido de las ráfagas no turbase la ‘tranquilidad’de la población”. El primero de los 1.689 ejecutados en el Camp de la Bóta durante el franquismo fue el abogado Eduardo Barriobero, diputado y masón que había presidido tribunales durante la guerra. Su sentencia de muerte se cumplió el 14 de febrero de 1939, y fue otro 14, el de marzo de 1952, trece años y un mes después, cuando el Camp de la Bóta pasó a ser tan sólo un suburbio de barracas junto al mar.

Los recuerdos que han quedado suelen ser los de los allegados de las víctimas. Carme Alba evocaba cómo, al enterarse de que su hermano Otili, militante del PSUC, había sido fusilado otro día 14, el de mayo de 1941, se trasladó rápidamente a la fosa común, adonde eran llevados los ejecutados. “Había unas cajas precintadas y me dijeron cuál podía ser la suya, pero no me la dejaron abrir. Al día siguiente volví con un martillo y una escarpa, hasta que pude introducir la mano, y la saqué con papeles y fotos que eran de él, y que los habían colocado encima del cadáver.” Carme logró que los compañeros de trabajo de su hermano, de la empresa Rivière, construyesen una pequeña tumba en el sobrecogedor marco de la fosa común, hoy Fossar de la Pedrera.

Juanito Cuadrado se salvó en el último minuto, cuando todo estaba a punto de que el pelotón disparase. Llegó el indulto en el momento oportuno. Cumplió 24 años de cárcel y volvió al Camp de la Bóta junto al periodista Miquel Villagrasa para ver cómo en el lugar donde estaba el parapeto fatídico construían la depuradora del Besòs. “Recuerdo pocas cosas, seguramente por la angustia que pasé,” explicaba. “Me viene a la memoria el parapeto, que era una rampa de tierra rojiza, supongo que por la sangre.”

JUSTÍCIA, NO VENJANÇA

El historiador Joan Corbalán ha publicado Justicia, no venganza. Los ejecutados del franquismo en Barcelona (1939-1952) (Cossetània Ediciones, 2008), un libro con el que recuerda a los 1.717 ejecutados en Barcelona por el franquismo entre 1939 y 1952. Son 1.717 casos documentados detrás de los cuales está la historia silenciada y escondida de familias que todavía tantos años después se plantean interrogantes sobre los cuales pasó y cómo pasó. A través de la documentación se ha podido dar una respuesta sobre cómo se legislaba, organizaba y se ejecutaba la represión franquista. Además, se ha dado la oportunidad a las familias para que expliquen su historia, que siempre había quedado en un ámbito reducido, familiar o local.

“El cumplimiento de las condenas de muerte se llevaba a cabo tan pronto como se recibía el “enterado” del dictador, el criminal de guerra general Franco. Los republicanos eran trasladados desde la prisión Modelo de Barcelona al Campo de la Bota (situado en la playa), normalmente en grupos de 20 personas; allí les esperaba un piquete de la Guardia Civil, les colocaban delante de un muro de piedra que había en la playa (un rompeolas), cuando el oficial daba la orden de disparar, éstos obedecían y los prisioneros eran fusilados sin previo aviso a las familias, que, cuando iban a la prisión, se enteraban de la mala noticia”, se explica en el libro.

“La arena de la playa quedaba impregnada de rojo de la sangre de aquellos hombres y mujeres a los que se les arrancó de cuajo la vida para defenderlas libertades de un pueblo  que no se resignaba a someterse al fascismo. Los cuerpos sin vida eran colocados en cajas de plátanos y cargados en un camión todos amontonados, como se hace con los animales cuando salen del matadero; acto seguido, eran trasladados al Cementerio de la Pedrera del Cementerio de Montjuïc de Barcelona, donde se les enterraba como perros”.

 El libro de Joan Corbalán, que se presenta en tres grandes bloques: la represión, testimonios y datos de las 1.717 personas que fueron ejecutadas, aporta documentación, opiniones de familiares e incluso cartas que alguna de las víctimas envió antes de morir.

Una de ellas es la que Miquel Castel escribió a su mujer y sus hijos, cuando sabía que se acercaba el día de su ejecución. La carta dice lo siguiente:

Queridísima Emilia e hijos:

Deseo disfrutéis de buena sdalud, yo hasta hoy bien, pero no creo que esto siga por mucho tiempo.

Temo que estos 8 o 15 días primeros de agosto, tal vez mañana día primero, en fin, no lo sé, pero todo parece indicar que van por liquidar los que pasaron por Consejo de Guerra el mes de Mayo y si no se ha conseguido el indulto, desgraciadamente puede darse todo por terminado.

En las vuestras me percato de la confianza que teneis en las gestiones que se hacen, pero os he dicho y repito que os mienten. Dios quiera que me equivoque, pero desgraciadamente presiento que se confirmará lo contrario.

Un día de estos debe nacer vuestro hermano, a quién no podré conocer ni disfrutar, que de ser así, lo dejo en en vuestras manos el cuidarlo y quererlo. Tampoco podré veros crecer, haceros adultos y seguir sin pausa velando por el porvenir de todos vosotros.

Y sobretodo quereros, mantened siempre una cordial y estrecha relación y quered a vuestra madre sobre todas las cosas, ayudadle en lo que haga falta, que no tendrá otro consuelo que el vuestro, el consuelo de los buenos hijos, sed buenos que Dios os ayudará.

He recibido la carta del 20. Ya no puedo escribir más.

Recuerdos y abrazos para todos. Adiós querida esposa, adiós queridos hijos.

 El mismo año 2004 en que en este espacio de fusilamientos se celebraba el Fórum Universal de las Cultures y donde desde las obras se había retirado una placa en su recuerdo, el artista multimedia Francesc Abad inicia una exposición itinerante concebida como un “trabajo en curso” en que a partir de datos históricos se pide a los familiares de los fusilados aporten documentación, fotos y demás datos. Un proyecto que desde el recuerdo se convierte en una denuncia del evento como un mecanismo ideológico de ocultación y despolitización, un proyecto que va creciendo contra esa voluntaria pérdida de la memoria. La placa fue repuesta de nuevo y al gran trabajo divulgativo y de investigación de Francesc Abad.
Del Camp de la Bóta no quedan más que los recuerdos y un monumento, “Fraternitat”, al final de la rambla Prim. La Associació de Ex Presos Polítics no acude nunca, porque les desagrada la dedicatoria, limitada a los caídos en la Guerra Civil. Enric Puvill, secretario de la entidad, ha pedido que añadan “que el monumento honra a los ejecutados entre 1939 y 1952. Hasta que el Ayuntamiento no repare ese lamentable olvido, no es nuestro monumento”. 
 
SIN MIRAR ATRÁS, PERO SIN GANAS DE OLVIDAR
JUSTICIA PARA LAS VICTIMAS DEL FRANQUISMO

ENLACES:

Memòria de la presó de dones de Les Corts

 http://www.francescabad.com/campdelabota/

SALUT Y BUEN VIAJE.

Les fosses del silenci 2

Los crímenes impunes del franquismo

 

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