TAXI DRIVER – EGOR MARDONES

Taxi Libre

Sentado al volante del taxi
emerjo de una espesa niebla
como aquellas que preceden las actuaciones
de los grupos de rock
y entro lentamente en escena
a las calles de la citi
a la página en blanco
a la radiante oscuridad de la sala de cine.

De aquí en adelante ya todo es mundo:
esquinas violentas, música a todo volumen
tráfico endemoniado
y película corriendo a la velocidad de la noche.


Cero Kilómetro

Hablando en cómic
arriendo un departamento miserable
en las afueras de la citi.

Tengo un TV cable con 666 canales apagado todo el día
videos porno,
rock en abundancia, música pasada de moda
y desordenados libros que no termino más
de leer.

Me emborracho frecuentemente, a lo Ginsberg
fumo marihuana toda vez que puedo
y ando taxiando hasta el fin
de la maldita noche americana.

No es mucho, lo sé, pero al menos
estoy en el medio desta road movie
a miles y miles de kilómetros todavía
de la negra e inevitable palabra FIN.

 Asalto a mano armada

Los muy putas me abordaron en la traficada
Avenida Utopía Forever.

Me encañonaron y robaron en las inmediaciones de Suburbia
la implacable Chinatown desta violentísima citi.

Me encontraron dos días después en el portaequipajes
del taxi: golpeado, delirando, casi vivo…

Y aquí me tienen de nuevo en vuestras calles
radiantes de perdición y mala noche
rodando y rodando como siempre
con el acelerador a fondo y la vista fija
en el espejo retrovisor.

 El  libro de Egor Mardones “Taxi Driver” salió del garage en el año 2009, publicado por Ediciones al Aire y ha iniciado su recorrido por las avenidas, calles y callejones de la mente. La obra, un gesto en tributo al célebre film de Martin Scorsese que instaló al conductor de taxi (interpretado por Robert de Niro) en la metafísica urbana, melancólica y violenta de Nueva York, sirve a Mardones para comunicar su personal background existencial con lenguaje rockero, a la sazón la ciudad de Concepción durante los años ochenta y noventa.
“Vacías las calles esta noche. Sólo la incomparable Cecilia me acompaña en el recptor del auto / canta con la misma voz de siempre “Yo, uno de tantos…” en italiano, igual que en esa película vista hace mucho en el cinema Paradiso / en tiempos en que todavía uno soñaba con ser feliz y con largarse para siempre deste citi.” Mardones emplea las técnicas del montaje, las voces en off en bandas residuales a pie de página con extractos del diálogo original del film, los que demuestran aún su pertinencia en la interpretación de los tiempos actuales.
Taxi Driver es un un poemario narrativo, constituido –y construido- por fragmentos de una historia, contada, escrita y pensada (en monólogos de conciencia) por el –ya apuntado- personaje principal del taxista. Es él mismo quien se expresa, y si en “Veterano de guerra” y, en otras pocas ocasiones, se remonta a su pasado, como para explicar (¿justificar?) su vida actual, el énfasis reiterado está puesto en dar a conocer su cotidianeidad y su presente, más o menos inmediato.

 Y así como la única compañía de este chofer es su inseparable coche, es al curso de sus traslados “sindestino” que va apareciendo una ciudad, aquélla que lo acoge, aquélla que él desprecia: una urbe miserable –como su vida-, caracterizada, a veces, con calificativos propios del cine, no obstante ciertos deslices deslucen y empañan todo posible esplendor y prestigio de una “… cinematográfica citi / debajo presupuesto y peor taquilla” por donde merodea.

 Nómade incansable, el taxista circula, en auto, sin rumbo fijo, por las calles de una “… ciudad de utilería hard”, buscando pasajeros, que no siempre encuentra. Sus callejeos y divagaciones por ese espacio, verdadera “… experiencia laberíntica, sin hilo de Ariadna”, me llevan, a mí, a hacer un desplazamiento e imaginarlo como  un errante de nuestra época -diferente del  paseante parisino, quien recorría a pie las calles de la capital del siglo XIX, descubriendo mercaderías en las vitrinas de las tiendas-; un observador solitario, que mira –y descubre- a través de la ventanilla de su coche; distanciado y distante y tan anónimo que hasta carece de apelativo, siendo una especie de “… hombre lobo  que yerra sin fin en una jungla social”.

 Una y otra vez, a pesar de la monotonía de viajes, recorridos y detenciones, aburrido e indolente, el chofer atraviesa la urbe nocturna (oscuridad también definitoria de la sala de cine), donde -hace ya muchos, muchos kilómetros-, los neones desplazaron la iluminación a gas, y donde no se siente cómodo ni con sus habitantes –a muy pocos de los cuales conoce-, ni con sus costumbres.

 Más tarde: “La noche es un taxi vacío rodando veloz / hacia ninguna parte”. Entonces, después de recorrer esquinas, calles, avenidas, y de avistar: moteles, bares, videojuegos, cibercafés, discos, casas de putas, de una “… atrabiliaria citi en off” que “se le abre como paisaje y lo encierra como habitación”, “triste, desalado y solo”, el taxista regresa “… exhausto, a su dormitorio que lo acoge, extranjero y frío.” “De aquí en adelante ya todo es mundo”. “Y nunca nadie supo qué buscaba”.

 DESCARGAR:

http://www.letrasdechile.cl/mambo/images/egor-mardones.pdf

SALUT Y BUEN VIAJE.

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