Arxiu mensual: maig de 2017

RETRATOS DE LA INTENSA VIDA EN EL ASIENTO TRASERO DE UN TAXI

Ryan Weideman fotografió durante cuatro décadas a sus clientes en las movidas noches de Nueva York.

Ryan Weideman llegó a Nueva York en 1980. “Estaba inspirado por los grandes fotógrafos de todo el mundo, pero especialmente por los de la ciudad de los rascacielos”, explica el artista estadounidense a La Vanguardia. Ser parte de esa élite mundial, sin embargo, no iba a ser un objetivo fácil de alcanzar.

“Conducir un taxi estaba muy lejos de mis pretensiones”, recuerda. Pero algo tenía que hacer para sobrevivir. “Había alquilado el típico apartamento para artistas. Un espacio pequeño, de solo 18’5 metros cuadrados, viejo y con agua fría. Y tenía solo 300 dólares en la cartera”, reconoce. No tenía demasiadas opciones.

“Ryan Weideman llegó a Nueva York en 1980 con 300 dólares en la cartera”

Así que cuando un vecino taxista le invitó a trabajar con él una noche, Weideman no se pudo negar. Quién le iba a decir que acababa de tomar una decisión que le cambiaría la vida para siempre y que le acercaba sobremanera a su objetivo de ser un fotógrafo reconocido. El resto lo puso su talento.

Tras pasarse cuatro décadas retratando a sus clientes, Ryan Weideman es ahora un galardonado y reconocido artista que ha expuesto su obra en importantes museos de Estados Unidos. Y, por primera vez en 10 años, el fotógrafo mostrará públicamente parte de su trabajo en el Espronceda Center for Art Culture de Barcelona a partir de este jueves 1 de junio y hasta el 17 del mismo mes.

Weideman transportó incluso serpientes (Ryan Weideman / cortesía de Espronceda Center y Bruce Silverstein Gallery)

La exposición contiene 40 instantáneas en blanco y negro reveladas por el artista en el baño/cuarto oscuro de su propio apartamento en West 43rd End, el que alquiló en 1980 y donde aún reside. “Tras la primera semana como taxista, empecé a fotografiar. ¡Había tantas combinaciones interesantes e inusuales de gente entrando en mi taxi!”, exclama.

Fueron dos décadas conduciendo en el turno de noche, de 5 de la tarde a 5 de la madrugada, hasta que se cambió al turno de día. “Hacer fotos me pareció que era la única cosa que podía hacer. La imagen del asiento trasero estaba constantemente movimiento, repleta de personas interesantes, emocionantes y excitantes, creando una atmósfera única”, explica a La Vanguardia.

Por su “estudio sobre ruedas” han pasado modelos, drag queens, hombres de negocios, prostitutas, poetas… todo tipo de personas que representan la diversidad cultural de Nueva York en un periodo en que la ciudad experimentó grandes cambios a nivel económico y social.

Desde su posición de taxista, un trabajo icónico en Estados Unidos, Ryan Weideman fue testigo de excepción. “(Trabajando) he oído ocho millones de historias, algunas de ellas incluso las he escuchado dos veces el mismo día”, reconoce. Con su cámara analógica fue retratando a los protagonistas hasta que, en 1986, decidió aparecer él también en sus composiciones.

  “Tras la primera semana como taxista, empecé a fotografiar. ¡Había tantas combinaciones interesantes!”

“Me cansé de darme la vuelta. Quería cambiar y convertirme en parte de la fiesta, documentar el momento, por así decirlo. Hubiera intentado lo que fuera para involucrar más a la gente en el proceso fotográfico mismo. A veces, por ejemplo, el equipo no funcionaba debido al cable del PC. Entonces, entregaba el estroboscópico a uno de los pasajeros y les instruía para usarlo. Así teníamos una sesión de fotos simbiótica. Me gustaba que ambos tuviéramos un interés genuino”, explica.

Licenciado en el California College of the Arts, el estilo de Weideman estuvo muy influenciado por grandes fotógrafos de los años cincuenta y sesenta como Robert Frank, Garry Winogrand o Lee Friedlander. De esas fuentes bebía cuando su sumergió en la acción para poder capturar el espíritu de las distintas épocas de la ciudad que nunca duerme.

Algunos clientes fueron más atrevidos que otros (Ryan Weideman / cortesía de Espronceda Center y Bruce Silverstein Gallery)

El artista explica que, con su obra, buscaba captar un “momento visual inspirador ocurriendo cuando todo está en movimiento”. “Yo estaba tan atrapado en el desafío del momento que lo empujaba hasta el borde”, añade.

El escenario ayudaba. En cuatro décadas, Nueva York pasó de los bulliciosos 80 al hip-hop y el grunge de los 90 antes de entrar de lleno en el nuevo milenio. “La ciudad está en constante evolución y las cosas parece que se han acelerado como un incendio forestal con la llegada de la tecnología. Cada vez más personas se están mudando a Nueva York, y hay una gentrificación constante. Es el centro artístico del mundo, la ciudad más estimulante… Por no hablar de la fuerza motriz que supone la alta competitividad”, considera Ryan Weideman.

“En 1986 decidió empezar a salir él también en sus composiciones. “Me cansé de darme la vuelta”

Tras tomar más de mil imágenes desde el interior de su taxi, el fotógrafo estadounidense aún se sorprende de la facilidad con la que conseguía el consentimiento de sus clientes para ser inmortalizados. “Tengo que confesar que, algunas veces, estaba tan excitado viendo la composición que tenía en el asiento trasero que no podía controlarme. Apretaba el disparador y todo ocurría por arte de magia”, revela.

Weideman recuerda con cariño a muchos de sus modelos. “Como podría olvidarlos. Fue un momento especial y aventurero en mi vida como fotógrafo. Me dieron permiso para imaginar los inexplicables e intensos momentos de la vida callejera. Yo era un extraño y me estaban haciendo un favor”, revela.

  “(Los clientes) me dieron permiso para imaginar los inexplicables e intensos momentos de la vida callejera”

Cuatro décadas haciendo fotos han provocado, además, algún que otro reencuentro con sus clientes. “Yo estaba muy contento –asegura el artista- cuando veía a alguien caminando por la calle hacia mí que parecía muy familiar. Me ha sucedido varias veces”.

En una ocasión, caminando por la calle 43, Ryan Weideman vio a una mujer alta y voluptuosa transitando hacia él. “Se acercaba y comencé a reconocerla. Pasamos el uno al lado del otro y yo seguía dudando. Por eso la seguí. Cuando giró la esquina de la calle 8 y ya se me estaba escapando, corrí para alcanzarla y le pregunté si se acordaba de mí”, rememora.

La respuesta de la chica fue afirmativa, así que ambos quedaron en verse al día siguiente en la esquina de la calle 9 con la 43. “Yo estaba muy alegre y quería compartir mis retratos con ella. Le di las fotos que le había hecho y me dio las gracias. Mientras se alejaba, ella no paraba de enseñarle las fotografías a los transeúntes con los que se cruzaba”.

  “Buscaba captar un momento visual inspirador ocurriendo cuando todo está en movimiento”

SALUT Y BUEN VIAJE

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ELS “NOUS” EXPLOTADORS DE LA ECONOMIA DIGITAL: DELIVEROO, CABIFY, GLOVO, STUART, WALLOC….

Poc a poc la “nova economia digital col·laborativa” (economia de la servitud) es va estenent per Catalunya, sobretot a l’àrea de Barcelona, però també per altres llocs, ja siguin capitals provincials o comarcals o zones turístiques de costa. Les bicis de DELIVEROO , GLOVO i STUART son cada cop més abundants als nostres carrers, transportant tota mena de productes, els vehicles de CABIFY no son massa visibles donat que utilitzen cotxes sense identificació amb llicència VTC (vehicle amb conductor). UBER està desapareguda des de el colp judicial i ha demostrat poca capacitat d’adaptació per fer el mateix que ha fet CABIFY. Però els vehicles VTC comencen a notar-se, sobretot des de que el seu nombre es va incrementant a rel d’una cadena de sentències.

L’abast d’altres serveis, com la compra i transport des de els supermercats i sobretot com els de neteja i la cura de nens i gent gran, resulten més invisibles (significativament) i sols es poden valorar per els contes de resultats de les empreses (difícils d’aconseguir).

Tots aquests serveis (de servitud) són, malgrat la propaganda de ser part de les noves tecnologies d’internet i de la digitalització, molt intensives en ma d’obra no son “virtuals”, de moment no hi ha cap algoritme que, sense la intervenció humana, et pugui portar una comanda a casa, netejar-te el bany o cuidar de l’avia.

Quines son les condicions dels “treballadors” d’aquestes empreses tan “innovadores, modernes i disruptives”?

Primer de tot cal dir que el seu nombre oficial de treballadors és molt baix, sols els de gestió administrativa, tècnics informàtics i els de marketing (si no estan subcontractats).

Llavors, qui fa la feina real?.

La feina real la fan els Partners Missatgers (STUART), els treballadors independents registrats (GLOVO), o els Col·laboradors (CABIFY i DELIVEROO)… es tracta de disfresses florides que amaguen falsos autònoms per poder fer recaure una bona part de les despeses del negoci (assegurances, cotitzacions, vehicle…) en els treballadors, i al mateix temps aconseguir un control més eficaç sobre ells. La economia de la servitud és doncs d’una modernitat esclavista digna de la’ntiguitat o de la revolució industrial.

Algunes d’aquestes empreses retorcen tant el llenguatge que en els seus contractes qui fa un servei (qui treballa) és la plataforma als missatgers, conductors, netejadors, cuidadors… el mon al revés!. Tot a canvi d’una bona comissió que sol superar el 20%.

Que passa si un dels ciclistes te un accident?

I si es trenca la bicicleta?

I si es perd o es fa malbé la mercaderia transportada?

I si un usuari maltracta a un dels treballadors o el classifica malament a la APP?

Si no accepta un o varis serveis? (DELIVEROO exigeix resposta en 3 minuts!).

Evidentment tot va a càrrec del partner/col·laborador.

La suposada llibertat per treballar, o no, queda molt limitada per l’algoritme, els calendaris de serveis (diaris o setmanals) son fàcilment “matisats”. En ells es tenen en conte el temps per acomplir els encàrrecs, els servis refusats o acceptats, si es prenen dies lliures… i la valoració que fan els clients. Tots aquests factors es tenen en conte, però el treballador no te ni el control, ni la informació, de fet és un acomiadament discrecional.
A més estan permanentment geolocalitzats i per tant el nivell de control és màxim.

Els treballadors de la “economia de la servitud” son joves sovint sense massa experiència laboral, precaritzats, aïllats i sense contacte viable amb els empresaris i encarregats. Caldrà que, com van fer en el seu moment els missatgers dels 80, s’autoorganitzin i comencin a combatre la explotació dels nous empresaris digitals, això pot tardar més o menys, però sols poden fer-ho ells. .

http://negreverd.blogspot.com.es/2017/04/els-nous-explotadors-de-la-economia.html

SALUT I BON VIATGE

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CONCERT PRO ATENEU LLIBERTARI DINAMO

Concert organitzat en suport del nou Ateneu llibertari la Dinamo, el proper dia 27 de maig, al barri de la Prosperitat, amb els grups “Anarquia és Independecia”, “Montserrat”, “Anarkopibxs” i “Freehand and the Freedom Fighters”. Aquest nou Ateneu de la Dinamo, obre un espai llibertari i autònom al barri de la Prosperitat al districte de Nou Barris, sent els ateneus espais d’educació i organizacion per a la classe obrera.

SALUT I BON VIATGE

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CUANDO EL CAPITALISMO RADICAL SE DISFRAZA DE ECONOMÍA COLABORATIVA

Empresas con inversiones multimillonarias de fondos de capital riesgo utilizan conceptos como ‘comunidad’, ‘ protección del medio ambiente’ o ‘compartir’ para vender un nuevo modelo de negocio que desempodera a los trabajadores, tributa en paraísos fiscales y presiona para liberalizar los sectores en los que opera.

Corría el mes de marzo de este año cuando los usuarios del metro de Londres, acostumbrados a que cada espacio disponible se ocupe con publicidad, se toparon con el anuncio de Fiverr.

Fiverr es una app que permite a los usuarios intercambiar bienes y servicios por cinco dólares estadounidenses. No hay que negociar, solo ofrecer cualquier cosa a esos cinco dólares (suelen ser pequeños trabajos como traducir 500 palabras a otro idioma o diseñar un logo, por ejemplo) o buscar el servicio deseado a esa cantidad. La empresa, que dice pertenecer al sector de la economía colaborativa, ha crecido rápidamente hasta convertirse en un mercado de microtareas mundial.

En su anuncio en el Tube, Fiverr mandaba el siguiente mensaje, bajo la cara de una chica de apariencia cansada: “Para comer te tomas un café. Sigues y nunca paras. La privación de sueño es tu droga. Quizá puedas ser un emprendedor: En Fiverr creemos en los emprendedores”.

Los pasajeros del metro londinense vertieron su incredulidad en las redes: “¿Qué tipo de vida deprimente, miserable, estáis intentando hacer atractiva?”, escribía un usuario. “Lo que estáis promoviendo aquí, Fiverr, son actitudes extremadamente dañinas hacia el trabajo que acarrean consecuencias para la salud”, exponía otra.

“La economía colaborativa nos está matando”, aseguraba otra de las personas que se toparon con el anuncio al ver la cara de la mujer y el poso del mensaje (que la empresa no retiró y continúa abanderando). Este caso es solo un ejemplo de una problemática que los expertos coinciden en destacar por su amplitud, pero resalta lo rápido que la denominada economía colaborativa ha pasado de defender conceptos como el consumo responsable, el respeto al medio ambiente o la colaboración con la comunidad a vender la esclavitud como forma de vida.

Dos modelos muy diferentes bajo un mismo paraguas

Javier de Rivera es sociólogo especialista en nuevas tecnologías. Es coautor de uno de los primeros estudios que, tras el optimismo inicial en torno a las posibilidades de la economía colaborativa, señalan las implicaciones no tan positivas del modelo.

El texto profundiza sobre los resultados de un análisis de los mismos autores encargado por la OCU en 2016: Consumo colaborativo: ¿colaboración o negocio?  “Estudiamos cómo funcionaban estas webs y vimos que la gran mayoría, sobre todo las más grandes e importantes, estaban muy bien diseñadas para satisfacer una necesidad individual del consumidor, pero no tenían una dimensión colaborativa, social o cooperativa”, explica el investigador a Público.

Empresas con inversiones millonarias de fondos de capital riesgo copian modelos colaborativos surgidos desde abajo y sin ánimo de lucro.

Pero si es solo un nuevo modelo de economía, ¿de dónde viene entonces el apellido colaborativa? “Se remonta a un libro publicado en 2010. Los autores, que hoy trabajan para fondos de capital riesgo, hacen una especie de justificación teórica e ideológica de este tipo de comercio. No es un libro académico, sino más de marketing, que presenta en un envoltorio atractivo estas nuevas alternativas”, contesta De Rivera.

El investigador señala que empresas como Uber o Airbnb aprovecharon una corriente que, en el momento de su fundación, llegaba desde abajo. Propuestas sociales que usaban las nuevas tecnologías para poner en contacto a usuarios sin fines lucrativos, huyendo de las lógicas capitalistas.

¿Dónde están esas alternativas sociales? Las encontrarán lejos del foco de la publicidad. WWOOF pone en contacto a granjas ecológicas con voluntarios que recibirán cama y formación en agricultura y ganadería a cambio de su trabajo; en ZeroRelativo se intercambian objetos sin prestación económica; en FreeCycle directamente se puede regalar cualquier cosa que ya no se use. Si lo que se busca es un alojamiento, en BeWelcome la gente se ofrece a cobijar a viajeros y mostrarles su ciudad gratuitamente. Ninguna de estas plataformas fomenta el intercambio económico, sino la creación de comunidad.

“Las más sociales se sostienen asociadas a una ONG o a organizaciones sin ánimo de lucro, porque realmente el coste básico puede llegar a ser muy bajo”, expone De Rivera, apuntando que “la gran pregunta para entender estas nuevas empresas es el modelo de financiación. Cómo surgen y cómo se sostienen en el tiempo, económicamente. Las más exitosas, las que están generando los problemas, han surgido gracias a inversiones multimillonarias de fondos de capital riesgo en sus primeros años, asociados la gran mayoría de las veces a Silicon Valley”.

Que decidan los tribunales

Las inversiones multimillonarias a las que alude De Rivera no solo facilitaron a estas empresas el desarrollo de sistemas informáticos muy eficientes y capaces de revolucionar los sectores económicos en los que operan. También nutren al lobby neoliberal que asocia la idea de crecimiento económico al de desarrollo social.

Los Estados están dejando que sean los tribunales los que definan qué es la economía colaborativa

Este lobby bombardea los aparatos ejecutivos estatales, intentando convencer a los legisladores de las ventajas de liberalizar mercados: promesas de miles de nuevos empleos, bajadas de precios, libre competencia. La presión es tal que ha conseguido convencer a la gran mayoría de los gobiernos europeos de que mantengan la alegalidad de la economía colaborativa. Aseguran que sus apps solo conectan a unos usuarios con otros y no ofrecen un servicio económico regulado por las autoridades.

Pero esta alegalidad no convence a los modelos de negocio tradicionales, que consideran que están sufriendo competencia desleal: mientras estas empresas operan sin apenas marco normativo dada su novedad, los negocios del siglo XX sufren una gran carga reguladora en cada aspecto de su actividad. Es el argumento de los taxistas, los primeros que han plantado cara a Uber y Cabify llevando el caso al Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea (TJUE).

Este jueves, el Abogado general del TJUE les ha dado la razón. Ha expuesto que Uber no solo ofrece un contacto digital entre particulares, sino también un servicio de transporte, y como tal debe ser regulado por las autoridades.

“Uber impone a los conductores requisitos previos para el acceso a la actividad y su desarrollo, recompensa económicamente a los conductores que llevan a cabo un número importante de trayectos y les indica los lugares y los momentos en los que pueden contar con un número de carreras importante o tarifas ventajosas”, resume el letrado. Sus conclusiones no son vinculantes para el Tribunal, pero suelen coincidir en una gran mayoría de casos con el veredicto definitivo.

En resumen: Si la plataforma decide quién, cuándo, cómo, y además cobra por ese servicio, no es economía colaborativa. Tan solo un nuevo modelo de negocio.

¿Derechos laborales? No, gracias

El marco de actividad de la economía colaborativa no es el único foco del debate. Los derechos de los trabajadores que hacen uso de estas empresas tratando de obtener ingresos, y la contribución de ambos al Estado también está en cuestión. En este momento los trabajadores no son reconocidos como tales —Uber llegó a denunciar a la ciudad de Seattle por permitir sindicarse a sus conductores— y paga sus impuestos en Países Bajos.

Uber no considera que sus conductores trabajen para ella; los trata como autónomos que ofrecen un servicio por su cuenta

“Lo que ocurre con Uber es muy relevante porque esta sirviendo de catalizador de la problemática que plantea este tipo de actividades que se enmarcan en la economía colaborativa”, expone Borja Suárez, profesor de Derecho del Trabajo y Seguridad Social en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de Economistas Frente a la Crisis.

“El concepto básico más importante del Derecho del Trabajo es el que se identifica con la dependencia del trabajador asalariado de su empresa. Y aquí la dependencia de la plataforma digital es total y absoluta, todo esta articulado a través de ella”, afirma Suárez: “Por eso no puede presentarse a los trabajadores como autónomos. Es bastante evidente que lo que persiguen estas empresas es una forma novedosa de llevar a cabo actividad económica. Considerar a sus trabajadores como autónomos emprendedores es manifiestamente abusivo”.

Para el profesor queda claro que el cambio tecnológico está alterando las bases sobre las que se ha construido la legislación laboral. “El cambio es importante , pero no es tan brutal como para pensar que la legislación labora ya no nos sirva, pero hay que ofrecer soluciones para asegurar que las personas que prestan servios tengan una solución de trabajo digna”, pide Suárez. /Publico

SALUT Y BUEN VIAJE

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