ENTRE EL TAXI Y LA RED

Los Gobiernos y la UE tienen que aclarar los conflictos derivados de los cambios tecnológicos

huelga de taxistas en las principales ciudades europeas para protestar contra las empresas de Internet que ponen en contacto a conductores particulares y usuarios es un episodio grave que ilustra sobre las fricciones económicas a que da lugar la irrupción (necesaria e imparable) de nuevas tecnologías en negocios tradicionales. Los taxistas europeos aducen que plataformas como Uber practican el intrusismo profesional y la competencia desleal y exigen que se ponga fin a una situación discriminatoria. Pero Bruselas recuerda que las tecnologías de información favorecen al consumidor. Al conflicto se ha añadido una discrepancia política paralela: la UE insiste en que debe resolverse mediante la legislación de cada país, mientras que los Gobiernos (el español en particular) exigen conocer la posición europea.
En un asunto tan visceral y potencialmente explosivo —puede haber nuevas huelgas el 1 de julio y los altercados probablemente se repetirán— el primer paso es evitar la confusión y deslindar actividades empresariales próximas, pero diferentes. No es lo mismo buscar en Internet compañeros de viaje que contribuyan a pagar la gasolina que organizar una empresa que percibe una remuneración por montar un servicio paralelo de transporte privado. Una cosa es compartir gastos y otra ingresar porcentajes por servicios realizados.

Los Gobiernos y la propia UE deberán esforzarse por aclarar esta diferencia y, a continuación, responder a ciertas cuestiones básicas que desactivarían las razones de las protestas. La primera es si las plataformas de Internet que perciben ingresos por conectar coches privados y clientes pagan los correspondientes impuestos por tales ingresos. En el fondo de la cuestión planea la sospecha o hipótesis de competencia desleal entre los costes de la actividad regulada y tasada del taxi y la supuesta ausencia de costes en las plataformas. Si esta sospecha se confirma, el transporte privado estaría ante un caso de competencia asimétrica en perjuicio del taxi.
La segunda cuestión, relacionada con la anterior, es el grado de regulación que se aplica al tráfico privado de pasajeros en Internet. Por esa razón, es necesaria no solo una aclaración europea sobre el grado de regulación actual de las plataformas sino también un dictamen sobre la que sería conveniente aplicar para que existiera competencia real, no discriminatoria, entre el taxi y la Red, que favorezca a los pasajeros y no quede eliminada por grupos de presión. La única solución razonable al conflicto es que los Gobiernos y Bruselas respondan a ambas cuestiones y propongan bien una nueva regulación, bien una interpretación de la legislación actual que evite las situaciones discriminatorias.
Neelie Kroes tiene toda la razón cuando afirma que no se deben desaprovechar los efectos beneficiosos para el consumidor de las nuevas tecnologías, incluyendo ademas los puestos de trabajo que aportan. Lo que no es aconsejable es que esos beneficios se apoyen en costes divergentes o agravios mercantiles.

SALUT Y BUEN VIAJE.

 

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