LOS CABIFY DE LA DICTADURA FRANQUISTA: “EN 1970 YA HABÍA PELEAS ENTRE TAXIS Y LICENCIAS VTC”

Dodge Barreiros de 1966. Era otro de los modelos más usados como Gran Turismo.

En los últimos años de la dictadura franquista existió un servicio de taxis para la clase alta que no tenía taxímetro. Se disolvió por enfrentamientos con otros taxistas y la baja demanda.

Nos puede parece muy moderno subirnos a un coche de alto nivel mientras un chófer en traje nos pregunta si la música es de nuestro agrado. Pero ni Cabify ni Uber son ninguna novedad, porque  ya usaron algo similar durante la dictadura fascista. En las principales ciudades de España existió un servicio de taxis de lujo en los últimos años del franquismo. Su nombre era Gran Turismo Libre: los coches no tenían taxímetro y se podían coger en el aeropuerto, en los mejores hoteles y en algunas paradas en el centro.Javier Leralta, periodista y escritor especializado en historia de la movilidad, autor del nuevo libro ‘Historia gráfica del taxi de Madrid’ (La librería, septiembre de 2018), confirma que los antiguos gran turismo son los nuevos Uber o Cabify de ahora. “Era un coche con un uso muy exclusivo y minoritario, porque era más caro y no podía tener más de cinco años de antigüedad. Se puede comparar con los VTC actuales. A fin de cuentas, eran lo mismo”. Estos coches hacían servicios de todo tipo: trabajaban para clientes particulares, en los hoteles, en el aeropuerto de Barajas y en las agencias de viajes para recorridos turísticos por los alrededores de la ciudad, como Ávila, Toledo o Aranjuez. Eran coches americanos, europeos y españoles muy espaciosos, con capacidad para cinco o siete personas. Los modelos más comunes fueron los Seat 1400, 1500 y el Dodge Dart de Barreiros.

Enfrentamientos entre los taxistas

Los conductores estaban obligados a estar detenidos en las paradas oficiales del ayuntamiento, en los garajes o en el domicilio de las empresas. Sin embargo, la picaresca siempre acababa imponiéndose. José Antonio Vargas, taxista jubilado que empezó a conducir en 1971 con 22 años, cuenta que muchos de los conductores de gran turismo no cumplían las normas. “Había desavenencias y peleas entre los taxistas y los Gran Turismo. Se disolvió su servicio para evitar el enfrentamiento”.

“La gente se mosqueaba porque trabajaban poco y estaban siempre parados en la puerta de los hoteles o en los aeropuertos y ganaban bien. Las tarifas eran muy altas. Pero a veces los veías por la Gran Vía buscando un cliente para cobrarles a ojo“, cuenta Vargas. “Eso era ilegal, pero lo hacían y a veces timaban a los turistas o a los que no conocían bien el servicio. Una vez, un Gran Turismo recogió a un familiar mío y le timó. Mis primos le buscaron y le obligaron a que les devolviera el dinero”.

Javier Leralta enfatiza que los taxistas de ambos servicios eran muy similares: “Los conductores de un gran turismo o de un taxi convencional no tenían por qué ser distintos. Algunos hablaban más idiomas para tratar con turistas y otros no. En cualquier caso, lo indicaban en un letrerito en el parabrisas. Eso sí, los conductores de los gran turismo, al contrario que los taxistas normales, no tenían que ir vestidos de uniforme, aunque todos vestían con traje”, explica el periodista.

Para Vargas, ninguno de estos enfrentamientos es nuevo y cree que es “el gitaneo de siempre”, que según él también existía en los taxistas que decidían no bajar la bandera y llevar al cliente en el asiento de delante. “Parece mentira que a veces los taxistas sean tan puritanos, cuando todos hemos hecho eso”, concluye.

Microtaxis pese a los conductores

Los gran turismo desaparecieron entre 1974 y 1978, pero para entender su declive hay que remontarse a la década de los años sesenta. Pese a ser un periodo muy rico para el sector, la relación entre el Ayuntamiento de Madrid y los taxistas no era la mejor.

Uno de los primeros conflictos de la época surgió entre el Ayuntamiento de Madrid y el sector del taxi. Julián Calderón, líder sindical de los taxistas en los cincuenta, sesenta y principios de los setenta, había llegado a un acuerdo con el conde de Mayalde, alcalde de Madrid entre 1952 y 1965, para evitar que se legalizaran los microtaxis, un servicio privado de transporte más barato. Los taxistas argüían que podía dañar la competencia. Finalmente, se rompió el trato y en la sesión plenaria del 29 de julio de 1964 se concedieron 1.400 licencias. Los microtaxis tenían una tarifa de cinco pesetas por bajada de bandera, solo podían subirse dos personas y costaban un 25% más baratos que un taxi normal.

                                              Microtaxi Seat 850 circulando en 1969 por Madrid.

Durante un tiempo y con el objetivo de abaratar los costes, se permitió la circulación de estos ‘minis’. Los más comunes eran el Seat 850, el Renault 4 latas y el Seat 800. Pero en 1974 se volvieron a prohibir. Aunque presentaban tarifas más populares, los taxis tenían los mismos gastos que uno convencional y no eran rentables. Los problemas económicos “llegaron acompañados de robos sospechosos de coches, de expulsiones de socios o de amenazas personales.

El motín de las gorras

Pero este no fue el único choque entre el consistorio y el sector del taxi. El 26 de julio de 1966 se originó una protesta espontánea por parte de los taxistas madrileños contra el uso del uniforme y de la gorra reglamentariaSe quejaban del excesivo calor. Esta protesta sirvió para reclamar mejores condiciones de trabajo. Plantaron cientos de gorras en la plaza de Cibeles y colocaron una a la diosa.

En 1966, los taxistas solicitaron modernizar la ley, protestando contra el uso del uniforme y de la gorra reglamentaria

El diario ‘El País’ recoge algunas de las valoraciones de la época: “No comprendemos que una sociedad que tiende a la democracia imponga a los conductores de los autos públicos la obligatoriedad de permanecer cubiertos mientras empuñan el volante”, decía un editorial de ‘La Vanguardia’. Un lector de ‘Informaciones’ se quejó de que “los taxistas ahora se declaran en huelga porque las gorras les dan calor. Quizá más adelante quieran ir en camiseta y ‘short”, declaraba escandalizado.

La protesta no se resolvió y la Policía Municipal recibió la orden de multar a los taxistas rebeldes. “Era una persecución implacable. Por no llevar puesta la gorra, nos multaban con 250 pesetas, una cantidad equivalente a más de un día de trabajo”, explicó Fermín Macarro a El País. En una nota de prensa, la policía especificó que el número de gorras retiradas eran de solo 127, mientras que la prensa las cifraba en 2.000.

El principio del fin

El gran turismo desapareció de forma paulatina en la década de los años setenta. Los motivos son diversos y no están muy claros. Unos apuntan a que los gran turismo no tenían suficiente trabajo y era mejor condensar todo el servicio en el autotaxi. Otros, como el taxista jubilado José Antonio Vargas, apuntan que era la solución idónea para acabar con los enfrentamientos entre los conductores de uno y otro lado.

Por su parte, Javier Leralta es más específico y cree que se debe a otras circunstancias: una sería la creación del servicio de radioemisoras en 1971.“Los gran turismo dejaron de tener en exclusiva la posibilidad de recoger a los pasajeros en Barajas y eso disminuyó su trabajo”. Otro motivo, este más vodevilesco, se basa en las rencillas personales de Carlos Arias Navarro, alcalde de Madrid entre los años 1965 y 1973.

Venganzas y viejas rencillas

Como alcalde, Arias Navarro había chocado muchas veces con el sector del taxi, cuyo principal líder era Julián Calderón. Leralta cuenta que el propio Calderón tenía contactos en las altas esferas porque fue chófer de Carmen Polo, mujer del dictador Francisco Franco. El choque se produjo cuando distintos empresarios del sector del taxi solicitaron una subida de tarifas, que Arias Navarro rechazó. Según especula Leralta, el alcalde recibió un toque de atención del Pardo y acabó cediendo, permitiendo la subida de las tarifas de los taxis.

Algunos taxistas consideraron que la decisión ministerial “no obedeció a un estudio de mercado real” sino a una venganza personal del ministro

La revancha de Carlos Arias Navarro llegó el 7 de mayo de 1974, ya como ministro de la Gobernación —una especie de Ministerio del Interior pero con más competencias—. Aprobó la “orden sobre transmisión excepcional de licencias de autotaxi y otorgamiento de las mismas a conductores asalariados”, aumentando de forma considerable el número de licencias de taxi. Algunos taxistas responsables consideraron que la decisión ministerial “no obedeció a un estudio de mercado real” sino a una venganza personal de Arias Navarro. La medida se aplicó en toda España, pero Madrid fue la ciudad más afectada: el incremento de licencias fue de 4.600 y se alcanzaron las 15.000 en toda la capital. Supuso una subida del 50%.

Por esta orden, 1.122 licencias de gran turismo en Madrid pasaron progresivamente a formar parte del autotaxi, hasta que en 1978 una nueva reglamentación del taxi propició su desaparición.

SALUT Y BUEN VIAJE

Share