HISTORIAS DEL TAXI EN FEMENINO

Las mujeres taxistas de Cádiz suponen apenas el 1% de los trabajadores del sector, una proporción similar a la del conjunto de España
Las cuatros conductoras de la ciudad participan con sus vivencias en un libro colectivo

Mujer y taxista, un binomio poco habitual, pero real. En Cádiz hay cuatro -hasta hace sólo unas semanas eran una más-, con experiencias y anécdotas de todo tipo. No por ser lógica, su presencia al volante deja de provocar una reacción de sorpresa. «En todos los años que llevo conduciendo el taxi no ha habido ni un solo día en que no haya alguien que me haga saber que no esperaba encontrarse conmigo en el asiento del conductor», explica una de ellas, Silvia Molinillo. Eso sí, aclara que «la mayoría se sorprende gratamente».

Sobre las vivencias de estas gaditanas y otras muchas de todo el país trata el libro ‘Mujer y taxista, anécdotas’, que en la tarde de ayer se presentó en el Centro Integral de la Mujer de Cádiz. En el mismo se recopilan una serie de experiencias de mujeres taxistas de toda España. Los fondos recaudados con su venta irán destinados a la Asociación de Proyectos por la Sostenibilidad, para desarrollar proyectos con fines sociales enfocados a la mujer.

Como cualquier persona, en cualquier profesión, el balance es distinto según cada vivencia personal. Pero en este caso, por las particularidades del sector, hay una serie de rasgos comunes. Silvia Molinillo es representante de la Asociación de Mujeres Taxistas de Cádiz. Lleva más de 7 años montada en el taxi. «Llegué hace once años desde Barcelona. Allí trabaja de administrativo e intenté buscar algo parecido, pero aquí no tenía a nadie y no podía dejar a mis hijos, así que decidí probar con el taxi porque me da mucha libertad para ocuparme de ellos. No tengo que dar explicaciones a nadie, y encima me encanta el trato con el público».

No se arrepiente del paso que dio en su momento, a pesar de saberse pionera en una ciudad en la que, en el momento álgido del negocio, llegó a haber hasta 8 mujeres taxistas. Igual que en el resto de España, son apenas el 1% del total del gremio, pero su presencia se deja notar. «La gente se sorprende casi siempre, pero experiencias negativas he tenido pocas. A lo más que han podido llegar es a negarse a subirse al taxi cuando han visto que era yo quien lo llevaba», cuenta.

Donde las taxistas gaditanas no han tenido ningún problema, sino todo lo contrario, es con sus compañeros masculinos. «Siempre nos hemos sentido muy bien acogidas, y no sólo eso, también protegidas. Están muy pendientes de nosotras. Si ven a alguien raro nos advierten. Incluso me ha llegado a pasar que un noche monté a un cliente que se puso muy pesado, insistiéndome en que me fuera con él a tomar una copa. Un compañero me vio en un semáforo y al notar como tenía yo la cara me estuvo siguiendo hasta que el cliente se bajó».
Aparte de este tipo de situaciones, la mayoría de las anécdotas que recuerda son agradables. Algunas aún le hacen reír, «como cuando monté a un señor con doble personalidad que me quería dar propina y de repente cambiaba de voz y me decía que estaba esperando la vuelta, y así un rato hasta que tuve que rechazársela».

Ahora, como en casi todos los sectores, le toca capear la crisis. «La gente cada vez coge menos taxis y nosotros cada vez somos más, porque este es un negocio en el que muchos parados ven una salida». En ese aspecto, desde luego, no hay diferencia entre hombres y mujeres, todos sufren la crisis por igual./La Voz Digital.

SALUT Y BUEN VIAJE.

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