LOS TAXISTAS AFGANOS QUE DESAFÍAN A LA MUERTE PARA SALVAR VIDAS

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La Cruz Roja imparte cursos de primeros auxilios entre los taxistas que llevan a los heridos del frente de guerra a los hospitales en Afganistán.

“Para mí salvar una vida significa un mundo entero”, así es como Zamaryalai, taxista de 35 años trabajando en la provincia de Uruzgan, al sur de Afganistán y escenario actual de una de las peores ofensivas de los talibán, justifica jugarse la vida a diario rescatando a civiles y heridos de ambos bandos.

“Desde que empecé este trabajo he administrado primeros auxilios a más de 800 heridos antes de llevarlos al hospital”, explicó Zamaryalai a los representantes de la Cruz Roja que desde hace varios meses están impartiendo cursos de primeros auxilios a un grupo de ángeles al volante que ha decidido echar una mano y ayudar a los heridos por los combates al sur del país.

De momento, el curso del Programa para la Asistencia de los Heridos de Guerra de la Cruz Roja ha formado a 60 valientes que, únicamente armados con su vehículo y una “carta de facilitación escrita por la Cruz Roja”, según la organización con sede en Ginebra, se aventuran a través de los controles gubernamentales y de los talibán para rescatar a los más necesitados en algunas de las peores zonas de combate.

Los conductores no están contratados por dicha organización. De esta manera, la única esperanza que tienen para salir ilesos de los múltiples viajes de ida y vuelta al frente afgano es el puro azar y el contenido de esa carta en la que “se explica la necesidad de que los heridos reciban lo antes posible ayuda médica”, según informó la Cruz Roja.

 

Zamaryalai se unió a ese pequeño grupo de paladines del rescate “después de presenciar cómo un aldeano se desangraba hasta la muerte. En ese momento decidí que tenía que hacer algo para ayudar a los heridos y la mejor manera de empezar era apuntarse a un curso de primeros auxilios”, explicó.

Desde entonces, ha realizado cientos de viajes sorteando balas y explosiones. “A veces he llegado a hacer hasta ocho viajes transportando heridos en mi vehículo“, el típico Toyota Corolla blanco y amarillo que utilizan todos los taxistas afganos, “desde Uruzgan hasta el Hospital Regional Mirwais”, el cual se encuentra en la vecina provincia de Kandahar.

Para ello tiene que conducir más de cuatro horas por algunas de las carreteras más peligrosas del mundo donde debe sortear minas anticarro, explosivos Improvisados de Carretera (los temidos IED, por sus siglas en inglés, motivo principal de las bajas de la OTAN  en el país), ataques aéreos, coches bomba contra convoyes gubernamentales y los combates contra los grupos terroristas operando en el sur.

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Un trabajo casi suicida y lleno de peligros, tal y como confirman Abdul Wali, un taxista de 72 años, y Sakhi Dad, de 60. “Arriesgamos nuestras vidas a diario para ayudar a los heridos y sacarlos del campo de batalla”, explicaron a la Cruz Roja durante el último curso de refresco llevado a cabo por dicha organización en Kandahar.

Socorrer a todos y no tomar partido

Los taxistas están entrenados para socorrer a todos los heridos ya sean civiles, talibanes, paramilitares a las órdenes de Kabul o soldados del Ejército y la Policía afganas. “Si veo que alguien ha estado envuelto en los combates nunca les pregunto de qué lado están”, continuó Zamaryalai. “A mí lo único que me importa es salvarles la vida”.

El taxista recuerda un caso en especial. Una situación en la que sus recién adquiridos conocimientos fueron fundamentales para salvar la vida de una inocente. “Uno de los casos que más recuerdo es el de una mujer que había sido malherida por una mina antipersonal“, explicó.

“Lo primero que hice fue detener la hemorragia y alinear con mis manos una de sus piernas que estaba rota. Después de estabilizarla la conduje hasta el Hospital Mirwais”, añadió. Si en ese momento Zamaryalai no hubiese intervenido es casi seguro que la mujer habría muerto a consecuencia de sus heridas.

Salvar vidas es su objetivo y la muerte o las palizas no los detendrán. “En una ocasión un hombre armado detuvo mi vehículo y me molió a golpes acusándome de transportar a un enemigo. El hombre iba a matar al herido cuando, afortunadamente, la Cruz Roja llegó al lugar e intercedió convenciéndolo de que el nuestro es un trabajo neutral, así como que todos los combatientes tienen la obligación de ayudar a los heridos para que reciban ayuda médica”, concluyó Zamaryalai.

Una ayuda fundamental de la que los médicos en dicho hospital son muy conscientes y agradecen porque, “en muchas ocasiones, los primeros auxilios aplicados han salvado a los pacientes que a menudo vienen de regiones muy lejanas”, explicó el doctor Aziz Ahmad, uno de los cirujanos que trabajan en el Hospital Mirwais. “Sin esa ayuda muchos heridos habrían muerto”.

El peligroso, desinteresado y audaz trabajo de este grupo de taxistas casi siempre es anónimo. Si mueren no habrá medallas o funerales multitudinarios que recuerden su trabajo. Si mueren sus cuerpos y vehículos pasarán a formar parte del desolador paisaje de guerra en las provincias afganas donde la guerra sigue azotando a diario a millones de civiles. Y aún así, siguen adelante desafiando a la muerte por el bien de sus conciudadanos.

SALUT Y BUEN VIAJE

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